miércoles, 28 de marzo de 2018

Reformando Cuba: los supuestos problemáticos

Por Pedro Monreal González

La información divulgada hoy sobre las decisiones adoptadas en el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) respecto a varios temas relacionados con la actualización del modelo económico y social cubano crea una oportunidad para llamar muy brevemente la atención acerca de algunas cuestiones puntuales.
  • ¿Es la unificación de las tasas de cambio un proceso que principalmente consiste en un ordenamiento monetario?
  • ¿Es justificada la atención tan notoria que continúa prestándosele al trabajo por cuenta propia (TCP)?
  • ¿Ha sido desplazada la reforma empresarial hacia un plano secundario?
Sobre el primer punto ya he comentado en textos anteriores. Me limito a reiterar que tratar de avanzar hacia una unificación cambiaria que inevitablemente implicaría devaluar la actual tasa de cambio oficial sin haber previamente sentado las bases mínimas para que esa poderosa “señal” económica pueda funcionar en el sistema económico, traería más problemas que ventajas.

¿De qué serviría modificar uno de los precios relativos más importantes de la economía -la tasa de cambio- si no existe un tejido económico capaz de procesar adecuadamente esa señal?

¿De que valdría que los mangos cubanos se hicieran muy competitivos después de una devaluación si no van a poder ser exportados por falta de envases?

¿Por qué preocuparse tanto por el posible incremento futuro de los precios de los alimentos como consecuencia de una devaluación, si primero no se resuelve la incapacidad que existe hoy para poner a producir el 56% de la tierra agrícola que no se cultiva, lo cual pudiera ser un factor crucial en una reducción de los precios de los alimentos y en la sustitución de importaciones?
Esto lleva a la segunda y a la tercera preguntas formuladas al principio de esta nota.

El “arreglo” del trabajo por cuenta propia: ¿un problema de capacitación?

La demorada revisión de las políticas relativas al trabajo por cuenta propia (TCP), que finalmente parece estar a punto de materializarse, se ha inclinado hacia dos planos que, sin llegar a afirmar que son insignificantes, son muy discutibles en cuanto a su posible efectividad para producir el cambio de comportamiento que se espera de los “actores” del TCP, en el sentido de su alineamiento con el modelo económico y social que oficialmente se anhela.

De una parte, parecería existir un énfasis legalista-institucional al que cabría hacerle la crítica habitual que se les hace a los enfoques institucionalistas sobre el desarrollo. Considerar que una serie de “normas jurídicas de mayor rango” (y las de rango menor) van a modificar, por sí solas o mayormente, el comportamiento económico y social -en el sentido deseado- de los casi 600 mil poseedores de licencias de TCP es un supuesto problemático.

Para empezar, el término de “instituciones” puede ser entendido de diversas maneras. Muchos economistas cubanos lo utilizamos, de manera laxa, en el sentido de “reglas del juego” -a lo Douglas C. North- pero considero que se trata más de una manera de comunicar que de apego a la teoría del institucionalismo económico. Eso es lo que creo.

En cualquier caso, el problema radica en que las instituciones y el marco jurídico que las acompaña, por ejemplo, las “reglas del juego” para el TCP, no son entidades compactas con una racionalidad económica que las haga previsibles. Bastaría “mirar dentro” de esas instituciones para intuir la madeja de factores de distinto tipo -incluyendo los culturales- que determinan los intereses y comportamientos dentro de las “instituciones”.

En términos más simples: es muy distinto “meter en cintura” a determinados “actores” económicos y sociales a lograr que el comportamiento de estos sea funcional al proceso de desarrollo.

Por otra parte, parece existir un segundo supuesto igualmente problemático: asumir las disfuncionalidades actuales del TCP y de los funcionarios que deben controlarlo como un problema de falta de capacitación (parece entenderse que de tipo jurídica).

De nuevo, no se trata de minimizar el papel positivo de la capacitación, pero apostar en grande a la capacitación en el marco de una reforma económica es arriesgado. La razón es doble: una reforma es esencialmente acerca de modificaciones que no pueden ser planificadas de antemano, según una trayectoria predeterminada. Es precisamente lo que acaba de decirse en el V Pleno del Comité Central del PCC.

Adicionalmente, el desarrollo no es un proceso lineal en el sentido de que determinados “insumos”, como la capacitación, no se manifiestan necesariamente como mejores “salidas” o “resultados” superiores. Intervienen otros factores que muchas veces no son considerados como “insumos”. Las variables de “entrada” pueden modificarse como resultado del propio funcionamiento del sistema, en direcciones no predecibles. En la jerga de los economistas, el desarrollo es un proceso con un alto componente de “endogeneidad”.

Prestarle demasiada atención a una “variable” como la capacitación, esperando determinados resultados de ella, pudiera conducir a descuidar otros cambios que son necesarios para que la capacitación pudiera tener un efecto sostenible.
Pudiera ser que permitir al acceso del TCP a los mercados mayoristas que ya existen (no hace falta crear esos mercados, es un problema de permitir el acceso a ellos) tuviese un efecto más inmediato y significativo en lograr el alineamiento deseable del TCP al modelo al que se aspira, en comparación con los planes de capacitación.

Obviamente no puedo demostrarlo, como tampoco creo que pudiera demostrar alguien, de manera anticipada, que la capacitación va a resolver el problema. La diferencia es que el acceso a esos mercados mayorista pudiera ser una acción inmediata y a un costo relativamente bajo. Sin embargo, tratar de capacitar más de 600 mil personas lleva más tiempo y seguramente no es algo barato.

El tejido empresarial cubano debería recibir mayor prioridad

Las discusiones recientes acerca del trabajo por cuenta propia (TCP) pudieran desviar la atención sobre cuestiones más importantes que siguen sin atenderse adecuadamente. El papel del TCP en el proceso de cambios actuales no puede ser minimizado, pero tampoco tiene sentido desgastarse mucho en una discusión cíclica -que ya se ha convertido en una discusión circular- sobre el asunto. A fin de cuentas, la economía cubana no va a desarrollarse sobre la base del TCP.

Ese no es el plano donde deberían producirse las discusiones sobre dos puntos cruciales de la transformación del modelo: la acrecentada función del mercado en la regulación de la economía nacional, y el papel de la empresa privada nacional.

Hago una acotación importante: esas son discusiones que deben producirse integradas a la reforma de la empresa estatal. Si se separan estas discusiones, como mayormente viene sucediendo hasta ahora, se pierde de vista la coherencia del proceso de reforma.

Aquí no acudimos a la teoría. Es algo muy concreto. En el minuto en el que la reforma empresarial se reduzca a ser a una visión de perfeccionamiento de la empresa estatal y se ignore totalmente la empresa privada nacional, se habría perdido de entrada la “batalla” por el tejido empresarial nacional. Habrá mangos, pero no envases, y salinas, pero no habrá sal.

Cuando se habla de avanzar hacia una planificación socialista descentralizada, a lo que se hace referencia -esencialmente- es a dos cosas: la función reguladora del mercado y el mayor peso económico de las empresas privadas y cooperativas.

En primer lugar, se supone que el Estado cubano transfiera al mercado una parte importante de las funciones de la regulación económica que hoy ejerce: decisiones sobre inversiones, producción consumo, precios, etc. Podrá adornarse como se quiera esa cuestión, pero ese es el nudo del reto de la descentralización. En los momentos iniciales de la reforma, se refiere principalmente al funcionamiento del mercado entre las empresas estatales y entre estas y otras entidades.

Tendría que ver más con la modificación de las prácticas actuales de formación de precios que con simples reducciones del número de indicadores directivos. Implicaría más un proceso de regulación de la competencia, que el fútil rejuego institucional que ha acabado por desdibujar legalmente lo que siempre fueron empresas con tal de mantener estructuras administrativas verticales donde no funciona el mercado.

En segundo lugar, la planificación socialista descentralizada significaría crear condiciones para que junto a las empresas estatales coexistan las empresas privadas nacionales, las empresas extranjeras, y también a otros agentes económicos como las cooperativas y el TCP. No se trata de “nivelar el terreno de juego” mediante un mercado idealizado, pues la empresa estatal tiene funciones muy particulares. Se trata de poner “reglas” que permita que cada tipo (y sub-tipos) de empresas pueda funcionar bien en el terreno (distinto) que le corresponda.

Tendría que ver, en el plazo inmediato, más con crear las condiciones para acabar de establecer la empresa privada nacional (definida oficialmente en el documento de la “Conceptualización” desde hace ya casi dos años), que en seguirle dedicando un tiempo excesivo al TCP.

Pasaría también por avanzar desde un enfoque de regulaciones fragmentadas (por ejemplo, el Decreto-Ley No. 334 y los Decretos Nos. 334, 335 y 336, de diciembre de 2017) hacia una Ley de Empresas general, aplicable a todos los tipos de empresas y no solamente a las estatales. El documento de la Conceptualización es claro respecto a la complementariedad de los tipos de empresas.

Resumiendo

Las decisiones anunciadas hoy son importantes y se encaminan en una dirección promisoria. Reflejan un análisis crítico oportuno y parten de considerar la complejidad del proceso de transformaciones.

Aunque la información divulgada hasta ahora es todavía limitada, parecen existir algunos supuestos problemáticos que pudiera ser conveniente examinar con mayor detenimiento.

El tema de la reforma empresarial parece ser un buen punto de entrada para hacer una discusión que integre diversos componentes que pudieran representar acciones de política económica en el corto plazo, en particular, lo relativo a una Ley de Empresas, aplicable a las empresas de cualquier tipo de propiedad.

Fuente: https://elestadocomotal.com/2018/03/27/reformando-cuba-los-supuestos-problematicos/

martes, 20 de marzo de 2018

Anécdota sobre la grandeza, humildad y modestia de Fidel y Raúl

Por Edison Velázquez

A pedido del Comandante Guillermo García, a la sazón al frente del partido en la entonces provincia de Oriente, fui promovido como Director de la Empresa del Azúcar en esa provincia en junio de 1968. Venía de la provincia de Camagüey donde había dirigido las zafras 1965, 66, 67 y 68.

Mi tarea fundamental era dirigir la realización de la zafra de 1969, priorizando las inversiones y preparación de la zafra de ¨Los 10 millones¨ en la que esta provincia tenía la cifra mayor a producir.

La Zafra de 1970 comenzó a finales de julio de 1969 por el Central “Antonio Guiteras”, y terminó en ese Central casi 11 meses después, el 26 de julio de 1970. Ya comenzados los carnavales en Santiago, aún los centrales ¨Guiteras¨ y ¨Menéndez¨ estaban liquidando sus casas de  caldera.

Para que se tenga una idea del esfuerzo físico y mental al que nos vimos sometidos, baste recordar que en la provincia de Oriente operaban 41 centrales azucareros y en más de una decena se realizaron ampliaciones que requerían respuestas de proyectos, materiales, etc., lo que a su vez generaba infinidad de reuniones a la cuales había que asistir y dar respuesta.

Es justo destacar la participación y apoyo permanente del Comandante Guillermo García en la búsqueda de soluciones y definiciones  a los problemas presentes, ante un complejo plan de inversiones para una provincia con 41 centrales en una geografía tan extensa.

Decir que el no cumplimiento del plan de los 10 Millones de toneladas métricas de azúcar moralmente no me afectó, después de tanto esfuerzo y sacrificio, sería una falsedad. Fueron meses trabajando incansablemente todos los días, fines de semanas y días feriados. Y más, si se tiene en cuenta que la confianza en el Jefe de la Revolución, nos hizo entender su necesidad y confiar en esa posibilidad, cuando dijo: “no queremos los 10 millones por el orgullo de decir hacemos los 10 millones , es que resulta decisivo para el porvenir, es lo que nos abrirá el paso a los grandes progresos del futuro.´´

Cuando se dio la noticia del incumplimiento del plan, ya se había nombrado como nuevo Ministro del Azúcar al compañero Marcos Lage, quien me había visitado en la Empresa Azucarera de Oriente, de la que yo era Director desde finales del año 1968. Lage me había planteado que, dados los esfuerzos que yo había hecho en estas zafras, más la experiencia acumulada desde la provincia de Camagüey, fuera para el Ministerio para que organizara una Dirección de Producción Mecánica, que abarcara todos los talleres y fundiciones de producción de los Equipos básicos de la Industria Azucarera.
           
Realmente yo deseaba y buscaba un cierto descanso y retorno a La Habana, donde estaba mi familia. Con esto decidido, el compañero Lage dio un Consejo de Dirección Ampliado en la Empresa con los delegados regionales, explicó mi traslado para el Ministerio y presentó a Jesús Pérez Othón, que sería mi sustituto. Al otro día iniciamos con Pérez Othon  un recorrido por regiones, para presentarlo.

A los pocos días viaje a La Habana, por motivos familiares. El día 5 de septiembre de 1970 un compañero del Ministerio del interior me llama a mi casa y me dice  que quería verme. Nos ponemos de acuerdo y fuimos  para  una oficina del MINAZ. Allí me dice: “Edison ¿que te pasó con Fidel?...” Le digo: “Nada en absoluto, la última vez que me vio en Oriente me echó el brazo por los hombros con mucho afecto”. El compañero me comenta, “EDISON, EL JEFE TE DIO DURÍSIMO”.

Inmediatamente extrajo un documento, donde venía escrito  lo dicho por el Comandante en Jefe en la Asamblea de la CTC efectuada el 3 de septiembre de 1970, para analizar críticamente la situación del no cumplimiento de los 10 millones y de la economía del país. Se entró en un debate con la participación de los trabajadores que colmaban el teatro. Se produce, entre otras intervenciones, la de un compañero llamado Eliecer, trabajador de Transporte del Minaz, quien hizo algunos planteamientos alrededor de los abastecimientos, agregando al final lo siguiente: “FIJESE, COMANDANTE, CUAL ES LA SITUACIÓN DE LOS ABASTECIMIENTOS PARA LAS REPARACIONES, QUE EL COMPAÑERO EDISON DE ORIENTE VA A VENIR A LA HABANA A PLANTEAR LA SITUACIÓN.”

Es entonces que el compañero Fidel, seguramente contrariado, hizo los siguientes comentarios:

“!¿EDISON?!. EDISON ESTÁ AHORA DE VACACIONES. CREO QUE SE IBA A SUICIDAR, DICEN QUE ESTABA TAN DESESPERADO, Y ESTABA PIDIENDO GENTE DE OCCIDENTE PARA LAS REPARACIONES. YO PLANTEE QUE NO, PORQUE ES MUCHO MÁS FÁCIL PEDIR QUE MOVILIZAR A LA GENTE HACIENDO TRABAJO POLÍTICO. ¿HASTA CUANDO? NO PUEDE SER. AHORITA PIDEN OTRA VEZ LA COLUMNA LENIN PARA ALLÁ; TIENEN QUE MOVERSE Y TRABAJAR; ESTÁ DE VACACIONES, ESTÁ MEDIO TOSTADO.”

Me quedé, más que sorprendido, traumatizado. En el propio Ministerio saqué tres fotocopias del documento con las palabras de Fidel. Hicieron gestiones y me consiguieron un pasaje en el primer vuelo para Santiago de Cuba. Llamé a la Oficina de la Empresa para que el chofer me recogiera en el aeropuerto.

De allí salí directo para el Puesto de Mando en el Yarey. Fui a ver al Comandante Guillermo García, Miembro del Buró Político y Secretario del PCC de la Provincia.  Le mostré el documento, se asombró, nada sabía de esa Asamblea. Estuvimos mirándonos desconcertados unos minutos, y le expresé: “Comandante, pero aquí está incluido usted, el que hace el trabajo político no soy yo”. Y me dice: “Efectivamente, a mi también me  criticaron”. Entonces le expresé: “Yo no se lo que usted hará, pero yo no me quedo con esto por dentro”.

Me apoyé en el buró de su oficina, cogí las dos fotocopias y le dije: “Comandante, voy a hacerle una nota a Fidel, pienso que Ud. se la puede entregar”. El me dijo: “Edison, con esta situación yo no se si veré a Fidel”. Le contesté: “Usted tiene mas posibilidades que yo”.

Llegado a este instante de mi relato, es esencial mostrar a continuación cómo evolucionaron los acontecimientos en aquel momento crucial para mi imagen política como revolucionario, y consciente de la situación surgida de lo expresado por nuestro  querido y entrañable Comandante en Jefe.

Es precisamente del conocimiento de estos señalamientos críticos del compañero Fidel que surge, en mi atormentada cabeza, la decisión de enviarle, con mucho respeto, mi nota que había comentado con el Comandante Guillermo, y  en la que textualmente escribí, debajo de lo expresado por el compañero Fidel:
 
“QUERIDO FIDEL,
NO ESTOY AGRAVIADO, NI OFENDIDO CON LO QUE UD. HA DICHO.
LO QUE MÁS ME PREOCUPA ES QUE A TANTOS AÑOS DE REVOLUCIÓN HAYA COMPAÑEROS ALREDEDOR SUYO QUE DIFAMEN A LOS VERDADEROS REVOLUCIONARIOS.
DÍGAME QUÉ TAREA, DE LA MÁS DIFÍCIL HAY QUE REALIZAR, DENTRO O FUERA DEL PAÍS, PARA DEMOSTRARLE QUE YO SOY UN REVOLUCIONARIO DE VERDAD.
RECIBA MIS AFECTOS REVOLUCIONARIOS.  EDISON¨.

Con la inconformidad, que tanto me dolía en aquellos momentos tan turbulentos de mi existencia como revolucionario, y seguro de mi lealtad incondicional a los principios que me fueron inculcados precisamente por nuestro querido Jefe, la intranquilidad me consumía.  Sin embargo, siempre en mi fuero interno, me animaba la certeza probada en todo momento de su justeza, modestia y sencillez.

Pasaron 4 días interminables de mi conversación y entrega de mi nota al Comandante Guillermo.

Estando en el Central “Antonio Guiteras” con Pérez Othon, me llama el Comandante René Rodríguez por la planta de radio: “Edison, “El Tres” está aquí, hace falta que de inmediato vengas al Yarey”. Inmediatamente, de allí atravesé por Holguín hacia el central “Urbano Noris” y, por el camino interior, salí al Yarey. Allí estaban los Comandantes Almeida y  Guillermo, y me dicen: “Vamos, que estábamos esperando tu llegada para una reunión en el Comité Provincial del PCC”.

Aquello me extrañó. Ya todos reunidos, se plantea: “Compañeros, esta reunión se hace por orientaciones del Comandante en Jefe,  ¿Edison que fue lo que dijiste y luego escribiste y entregaste a  Guillermo?¨.

Yo empecé a explicar y Almeida me interrumpió, expresando: “Tu dijiste malas palabras, repítelas”. “Bien, Comandante… Le expliqué en principio al Comandante Guillermo que eso era una mariconada de algún guatacón de moda, y escribí una nota a Fidel debajo de lo que él había dicho”. Así lo repetí en presencia de todos los reunidos.

El Comandante Almeida entonces se dirige a mí y a todos los presentes: “Edison, Fidel en su próxima comparecencia pública te va a dar una satisfacción personal, y cualquier acción que se haya tomado, por lo que dijo, queda sin efecto. Y, compañeros: Edison goza de la confianza del Comandante en Jefe. ¿Alguien quiere decir algo?... Ok, terminada la reunión”.

Me quedé con los Comandantes Almeida y Guillermo y me invitan a almorzar con ellos. Entonces aprovecho y le digo a Almeida: “Comandante, es excesivo que Fidel me de una explicación pública, yo soy una simple hormiguita en esta Revolución para merecer una satisfacción en público, ya con la palabra que usted me trasladó de Fidel para mi es más que suficiente; además, hay un Ministro nuevo que ya se ha reunido en la empresa y anunció mi traslado para el Ministerio y que presentó mi sustituto,  darle para atrás -esto no luciría bien para un Ministro acabado de nombrar.”

El Comandante Almeida me dijo: “Nada de eso me importa, yo cumplo lo que me ordenó el Comandante en Jefe”.

Me fui de allí un poco sorprendido, motivado y estimulado, no era para menos: saber lo que el Comandante en Jefe hizo conocer por conducto del Comandante Almeida era realmente algo muy grandioso, confirmación de la genial justeza, humildad y modestia  de nuestro querido Fidel. Era un martes.

El sábado me encontraba en la casa de visita en Santiago de Cuba, estaba almorzando. Como la puerta de entrada de la casa se había quedado abierta, de momento alguien entró. Era el Comandante Almeida con el Comandante René Rodríguez. Sonrientemente dijo: “Edison, te traigo noticias de Fidel.  Fidel agradece tu gesto, Edison, y aceptó lo que me comentaste en el almuerzo¨.  A continuación me da un documento escrito de puño y letra de Fidel con tinta roja, y me añade: “Dice Raúl que guardes para la historia esta carta, ya que Fidel jamás ha pedido perdón ni a Lina, su madre que lo trajo al mundo”. Adicionalmente me dijo que Raúl me enviaba un abrazo.

Naturalmente yo tomé como una broma de Raúl lo que me mandó a decir sobre que Fidel jamás había pedido perdón, dado que lo hacía ante mi, a quien apenas conocía y que era una insignificante hormiguita.

El Comandante Almeida sustituyó al Comandante Guillermo en la dirección del Partido en la provincia de Oriente y me dejó con él atendiendo la actividad azucarera.

(Adjunto la carta de Fidel,  donde más alto se puede ver su grandeza y modestia.) (1)

No puedo dejar de reconocer y expresar mi agradecimiento al Comandante Guillermo García, por la confianza que depositó en mi al hacer llegar la nota que escribí a nuestro Comandante en Jefe, expresión clara y diáfana de nuestra identificación sincera y revolucionaria durante los años en que trabajamos juntos.

Transcurridos  unos años pasé al Ministerio del Azúcar, atendiendo como Viceministro, entre otras tareas,  la construcción de los centrales nuevos.

Cuando Raúl fue a inaugurar el nuevo central “Jesús Suárez Gayol”, en Camagüey,  el 31 de diciembre de 1983, ya habían transcurrido 13 años de la carta de Fidel. Cuando me vio se mostró muy cariñoso conmigo y quería que siguiera para Santiago de Cuba con él y Vilma. Era final de año
.
En el acto mencionado, el presentador está anunciando unos reconocimientos a los destacados y casi al final dice que debido al trabajo que durante dos años el Viceministro Edison Velázquez ha realizado, el Buro del PCC ha decidido otorgarle un reconocimiento.
De inmediato el Comandante Raúl se puso de pie, cogió el Certificado y dijo en voz alta: “ Le debo un abrazo a Edison desde hace unos años”. Todos los presentes se sorprendieron y se sonrieron. Y yo, mas sorprendido todavía (como se puede ver en la foto que adjunto), me da el abrazo  que me había prometido y enviado con el Comandante Almeida.  (2)

Es importante destacar que ese día era el 31 de diciembre de 1983. Habían transcurrido 13 años.

Si la carta de Fidel mostró su grandeza, modestia y justeza , fue muy significativo que el compañero Raúl, luego de transcurridos 11 años, a más de memoria prodigiosa, expresión máxima de modestia y sensibilidad humana,  me hiciera objeto público de una distinción tan llena de sentimiento y cariño, lo cual tuvo de mi parte el corresponderle con admiración, cariño y eterno agradecimiento.





 (1)--Carta de Fidel, manuscrita en tinta roja al final de un fragmento mecanografiado con las palabras dichas por el sobre Edison el 3 de septiembre de 1970 en la Asamblea de la CTC. (se respeta la ortografia del original).

“EDISON,
ESTO QUE APARECE AQUÍ ES CIERTAMENEE LAS PALABRAS QUE PRONUNCIE, PERO PUEDO ASEGURARTE QUE NO ESTABA EN MI ANIMO OFENDERTE.
ME PARECIA CASI ALGO NATURAL, DADA LA CATASTROFICA SITUACION DE LA PROVINCIA, PARA QUIEN TENIA LA RESPONSABILIDAD DE LOS 41 CENTRALES DE ORIENTE. ALGUIEN ME DIJO ALGO DE DESESPERACION Y SUICIDIO, TRATO DE RECORDAR QUIEN FUE CONCRETAMENTE, ENTRE LOS VARIOS COMPAÑEROS QUE ABORDARON EL ASUNTO. YO PARTIA DE UN ESTADO DE AGOTAMIENTO O DE SALUD QUEBRANTADA. NADIE HIZO NINGUNA IMPUGNACION DE ORDEN MORAL CONTRA TI. Y EN CUANTO A TU TRABAJO TODO EL MUNDO HABLO SIEMPRE DE LA CALIDAD DE TU ESFUERZO EN LA INDUSTRIA AZUCARERA. TU NO ME CREERAS SI TE DIGO QUE NO RECUERDO AL QUE HABLO DE SUICIDIO, PERO SI LOGRO INVESTIGARLO CON LAS PERSONAS QUE POR ESOS DIAS ME HABLARON DE LA SITUACION, TE LO INFORMARE. TEMO, INCLUSO, QUE AHORA SEA DIFICIL HALLAR AL AUTOR Y TENDRE QUE CARGAR CON LA RESPONSABILIDAD DEL ASUNTO.
EN ESE CASO, ESPERO QUE TU ME LO PERDONES.
FRATERNALMENTE,
FIDEL CASTRO.”


(2) Adjunto foto de la presidencia del acto en la que se muestra a Raúl dándome el abrazo y copia de la carta de Fidel.

viernes, 16 de marzo de 2018

Eduardo Ramos

Foto: Miguel Clarasó
En la madrugada de hoy, viernes 16 de marzo de 2018, se nos fue Eduardo Ramos Montes, hermano, bajista y uno de los fundadores del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Pongo la nota que escribí en enero para su último disco, que debe salir pronto. Segunda Cita abraza a Popy, a Elis Regina, a Jean Franco y a Laura, y desea el mejor de los viajes a este amigo querido, excelente músico e impecable caballero en todas las circunstancias de la existencia.


----------------------------------


Hace unos días, pensando las palabras que debía pronunciar como inauguración del Premio Casa de las Américas, cuando recordaba que en el próximo febrero se iba a cumplir medio siglo de que algunos trovadores de mi generación habían cantado por primera vez en aquella importante institución de la cultura Latinoamericana, recordaba que, aquel 19 de febrero de 1968, uno de los presentes concertantes fue Eduardo Ramos.

Yo había conocido a Eduardo un par de meses antes, porque habíamos coincidido en las actividades colaterales al Primer Festival de la Canción Popular, en el famoso balneario de Varadero. Recuerdo hasta la primera vez que hablamos, en los jardines del hotel Kawama, en cuyo cabaret nos habían asignado actuar. Eduardo por entonces era la segunda guitarra del importante grupo Sonorama 6, que dirigía Martín Rojas e integraban músicos que luego fueron de mucha trascendencia como Enrique Pla, Changuito, Carlos del Puerto, Carlos Averoff.

Eduardo ya escribía canciones con unas armonías muy particulares y llegó a desarrollar uno de esos estilos tan peculiares que son únicos. Sus temas me fascinaban, tenían unas atmósferas oscuras, con giros armónicos y melódicos inhabituales, y estoy seguro de que, en aquellos años en que yo me formaba, me sirvió de mucho la honestidad de un autor como él, para completar mi conciencia exigente respecto al arte de la canción.

Desde entonces fundamos una amistad invariable, basada siempre en goces y afinidades tanto estéticas como éticas. Recuerdo cuando vivía en el barrio de Pogolotti, con sus padres; recuerdo cuando nació cada uno de sus hijos. Vivimos años inolvidables en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC –donde él quedaba como director cuando Leo Brouwer se ausentaba–. Para aquel grupo legendario Eduardo escribió páginas fundamentales y, como bajista, fue uno de los autores de su sonoridad. En aquella etapa me ayudó con varias orquestaciones y fue el productor de mi álbum Tríptico. Después viajamos juntos a muchos eventos musicales.

Eduardo fue elegido, por aclamación, el segundo dirigente que tuvo el Movimiento de la Nueva Trova, y en los años 90, cuando fundamos los estudios Abdala, fue de los primeros en acudir a echarnos una mano, siempre con la responsabilidad que le caracteriza.

Para mi, más que gusto, es honor presentar este disco de uno de los músicos que más quiero y respeto, por ser siempre intranquilo, por no achantarse, por estar siempre dispuesto a dar un paso más, como hacen los que eligen el arte como forma de vida y se hacen niños para siempre. Así es Eduardo Ramos, quien tiene residencia en el infinito parque de diversiones de la música.

Silvio Rodríguez Domínguez
La Habana, 8 de enero, 2018.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Aurelio Alonso: "La democracia plena solo podrá ser socialista"


A propósito de las Elecciones Generales (2018) en Cuba, La Tizza conversó con el destacado intelectual cubano Aurelio Alonso Tejada[1]. Compartimos con nuestros lectores esta primera entrevista, que tendrá continuidad en las próximas semanas, con el ánimo de propiciar un debate sobre las cuestiones que en ella se abordan.


LT: El 19 de abril próximo se instaurará el nuevo Parlamento en Cuba y se cumplirá el término de los dos períodos consecutivos de cinco años en que Raúl Castro ha fungido como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. A su juicio, ¿qué desafíos enfrentarán desde entonces el ejercicio del poder y el desarrollo de una política revolucionaria y socialista en Cuba?

AA: Es de Perogrullo decir que las elecciones de marzo tendrán un significado que las diferenciará de todas las precedentes, pero creo que no queda más remedio que comenzar por ahí. Con la salida de Raúl Castro de la presidencia del Consejo de Estado (que de ningún modo significa salir del poder –mantendrá el cargo de Primer Secretario en el PCC y un asiento como diputado en la nueva Asamblea; además, no creo que las Fuerzas Armadas prescindan de su comandancia mientras tenga vida), se produce la retirada de esa dirección institucional de lo que recibimos como generación histórica de nuestra Revolución. El alto reconocimiento honorífico –concedido hace unos días– a las tres figuras más destacadas de la misma que se mantienen activas, también lo indica así aunque, como Raúl, quedan igualmente en la ANPP. Su papel emblemático en la resistencia y la búsqueda de perfeccionamiento de lo que los enemigos creen descalificar llamando “el régimen”, es innegable y meritorio. Pero la pregunta ¿qué desafíos implica este cambio? –la cual debe rondar los pensamientos de todos los cubanos– requiere distinguir las diferencias que en rigor son visibles de la tentación adivinatoria. Me limito aquí a lo primero, y tal vez en alguna de las respuestas que sigan me deje llevar por la tentación.
La nueva elección a la Asamblea Nacional del Poder Popular debe cubrir las altas instancias de decisión con la presencia de otra generación. No se trata ahora del ingreso de figuras aisladas, como hasta hoy se ha dado, sino del núcleo mismo del relevo generacional en las instituciones conductoras de la sociedad. La permanencia de Fidel Castro a la cabeza del sistema político desde 1959 hasta 2006 le dio un sentido distintivo al liderazgo histórico de la Revolución, y permitió consolidar sus valores y su resistencia en las más adversas coyunturas. Sabemos que ese liderazgo fuerte y consistente propició al pueblo seguridad y confianza. Su relevo por Raúl, su más fiel compañero de luchas desde el asalto al cuartel Moncada en 1953, demostró que aquella resistencia podía mantenerse perfectamente en el contexto de una indispensable renovación del proyecto de justicia social y equidad emprendido como Estado soberano. Cambiar a fondo sin renunciar a valores y logros, es el propósito manifiesto que sobresale entre cualquier cantidad de propuestas en discusión.
No me interesa aquí –y supongo que a ustedes tampoco– la especulación acerca del candidato más probable a la Jefatura del Estado. Además, lo decidirán, intuiciones aparte, los diputados que serán electos ahora, por lo que ni siquiera valdrían sondeos de opinión, en términos estadísticos. Lo que me interesa destacar es que, rebasada la época del liderazgo histórico, la legitimidad del elegido tendrá que sostenerse, en todos los niveles del Poder Popular, por el mandato electoral, la rendición de cuentas de la gestión y el derecho a revocar a los representantes electos, si pierden la confianza de los electores. Más allá de quien sea la persona elegida a la Presidencia, importa el hecho de que el carácter colegiado que la Constitución asigna al Consejo de Estado se vería reforzado, en la práctica, en la toma de decisiones. No hace falta cambio jurídico previo para presumir que crece el peso del criterio de la mayoría al interior de Consejo de Estado. Lo cual debe traducirse en más responsabilidad participativa, e irradiar a la vez esta influencia hacia todo el sistema de Poder Popular, dado el peso que se asigna ya en todas las instancias a la colegiatura.
Tal vez la esperada reforma de la Constitución aporte un dispositivo de refrendación plebiscitaria que refuerce el respaldo directo del pueblo al mandato del elegido, y su gestión no quede sujeta exclusivamente a la representatividad que ostenta el Consejo de Estado. He intentado expresar esta idea anteriormente al inclinarme por la idea de que el Presidente lo sea de la República más que del órgano colegiado. No obstante esto es imprevisible por el momento. Como lo es también una mayor precisión del enunciado de dirección del Estado por el Partido, pues ya se puede inferir a partir de abril una separación tácita del mando partidario del gubernamental.
De ningún modo se trata de un proceso que implique ruptura con la orientación del sistema que los cubanos nos hemos dado, que de cara a los reveses sufridos ha mostrado, en momentos críticos, y muestra ahora, resiliencia a través de enormes dificultades. Aun si se pueden prever, por lo arriba expuesto, cambios más profundos que los pasos dados hasta hoy.

LT: Dentro de esos desafíos generales, el término–por razones biológicas– de los liderazgos personales que han configurado la cultura política cubana durante el último sexenio comporta retos específicos para el desempeño de –entre otros actores–:
a) El Partido Comunista de Cuba
b) Las instituciones estatales
c) Las organizaciones políticas y de masas
d) Las formas organizativas de distintos signos ideológicos que existen en estos momentos en el país
¿Pudiera referirse a las características que ha asumido la configuración de la cultura política cubana del último sexenio en torno a los liderazgos personales? ¿Y a los desafíos que comporta la conclusión de estos liderazgos para los actores referidos?

AA: Esta es una pregunta que engloba una extraordinaria complejidad y no podría responderla de manera satisfactoria. Digo satisfactoria para mí mismo, en primer lugar. No obstante, trataré de abordar algunos aspectos en los que tengo criterio formado y podría ser de utilidad compartirlos. Antes de tocarlos directamente, recuerdo que, nos guste o no, afrontamos un doble reto. No de manera disyuntiva sino inclusiva: me refiero al reto de corregir malformaciones sistémicas generales de las experiencias socialistas del siglo XX, en el plano de las instituciones como en el de la cultura política, por una parte; y por la otra el de hacerlo en las condiciones específicas, de espacio y tiempo, de la realidad cubana. Insisto en el sentido del doble desafío porque al hacer lo segundo, que es lo que nos toca como praxis de construcción socialista, no podemos dejar de mirar también a lo primero. El análisis de los fracasos se hace tan importante como el de los logros, y en especial la interacción entre unos y otros.
Ahora nos hallamos ante un acontecimiento electoral que concierne a las instituciones del Estado revolucionario y no al Partido, aunque sin duda se hace inseparable aludir esa relación de poder para proyectarnos hacia la democracia plena que, dicho sea más allá de la ideología, solo el socialismo podrá alcanzar.
Comienzo por el hecho de que la relación entre Partido y Estado no es –no lo considero– un tema teóricamente resuelto en el marxismo (lo es, eso sí, el de la necesidad del partido para revolucionar a fondo la sociedad capitalista). Recuerdo que en los sesenta un estudioso británico marxista distinguía tres connotaciones en el uso del concepto de partido en Marx[2]. Es algo que ganó precisión en sus sucesores, en un contexto polémico, en el cual se destacan los aportes de Kautsky, Plejanov, Rosa Luxemburgo, Trotsky y, sobre todo de Lenin, de quien recibimos la noción más elaborada y acertada del concepto como vanguardia del proletariado, como la organización de avanzada, la intelligentsia de la clase social responsabilizada con la tarea histórica de cohesionar las fuerzas para realizar el cambio revolucionario. Primero desde la oposición, para llegar al poder, para conducir después desde el poder la formación de una nueva sociedad, socialista por el rumbo, de transición, atenidos a las condiciones históricas concretas. Los aportes más importantes que le siguieron, como el de Antonio Gramsci, no salieron de Moscú.
Lenin lideró brillantemente la primera etapa, la de la integración y proyección de esa fuerza de vanguardia en Rusia, pero su muerte cortó en pocos años la posibilidad de conducir la sociedad con esa visión, una vez en el poder[3]. Como sabemos, le siguió una historia sumamente accidentada, paradójica, cargada de glorias incuestionables, pero también deformaciones inusitadas, que vaciaron de sentido al poder proletario original. Historia que distanció al partido de la sociedad. En Cuba, sin partir del antecedente marxista, José Martí se planteaba en la misma época de Lenin la necesidad de un partido para dirigir la lucha por la independencia y para formar la República, pero en su caso ni siquiera pudo liderar el camino al poder, y quienes le sucedieron dejaron que se liquidara el Partido Revolucionario Cubano, con el cual él había logrado trazar el camino de la lucha. Y ya sin el partido de Martí, se acomodaron a una república claudicante, en un coloniaje de nuevo tipo.
Me explico de manera sumamente esquemática porque no es el lugar para extenderme; lo hago solo para poder afirmar que el legado posleniniano no dejó una experiencia de vanguardia partidaria coherente y fiable, y de Martí lo que nos pudo llegar es un compendio de valiosas advertencias que permitieron su rescate por los “moncadistas”.
Lo cierto es que la vanguardia bolchevique no devino en el largo plazo la fuerza capaz de retener, con reformas seguras, un proyecto socialista que, a pesar de sus defectos, había elevado al país más atrasado del capitalismo de principios de siglo al nivel de segunda potencia mundial. No voy a discutir ahora sobre la “crisis del sistema” y sus causas. Solo quiero consignar que, a pesar de los logros, el PCUS de los años ochenta ya tenía torcido el sentido del bolchevismo del 17. Sin menoscabo de virtudes ejemplares de aquella militancia, que aun se manifiestan como recuerdo y como legado.
Dicho esto, cambio de escenario. En Cuba el socialismo real (no el que requiere ser entrecomillado) se engendró en el asalto al Moncada en 1953, con la participación de 113 militantes de la izquierda del partido llamado ortodoxo (PPC), cercanos a Fidel, 3 procedentes del “autenticismo” (PRC), y 2 del socialista (PSP)[4] que es de suponer incurrían con ello en un acto de indisciplina. Raúl Castro era uno, como sabemos. Venían del partido que creó Chibás el 71% de los hombres que aquella mañana hicieron nacer algo totalmente distinto, llamado a hacer naufragar la vieja República, criminal y corrupta, con su sistema de instituciones.
Dada la pérdida de sentido del viejo andamiaje partidario, se hizo evidente desde entonces, que no se trataba de la disyuntiva de optar entre uno o varios partidos, sino de configurar como partido la vanguardia social a partir de una acción integradora. El problema nunca fue el número sino la figura. Un cambio radical de significado de la función partidaria. Impregnar a la política de un sentido inédito. Aclaro que con ello no quiero decir que no pueda construirse socialismo dentro de esquemas pluripartidistas, cosa que nadie ha probado. Pero tampoco es aceptable que la democracia sea la competencia entre partidos electorales por el poder político. De hecho la historia muestra más fracasos que éxitos para consolidar la representación de los intereses de la mayoría desde esquemas electorales pluripartidistas. Esa noción viciada del pluralismo se vuelve un camino verdaderamente escabroso e incierto para los movimientos populares, manipulable por las fuerzas de destrucción. Otro pluralismo democrático es posible.
En la actualidad la experiencia del desarrollo chino ha aportado la posibilidad (y la importancia) de la conducción de una sociedad de mercado con un partido comunista, que mantiene el legado del papel de fuerza de vanguardia, garante de la elevación de las condiciones de vida de la población, paralela a la acumulación de capital. Claro que China es un país enorme, de historia antiquísima y muchas potencialidades, y sus movimientos no están sometidos a la vulnerabilidad que confronta el país pequeño, con solo 120 años de experiencia como Estado nación, de escasos recursos, geográficamente en el traspatio del imperio. Pienso, por ello, que podría ser suicida aplicar ecuaciones que han funcionado allí, y lo cito solo para destacar el ejemplo de un partido que supo apropiarse, en sus condiciones, del legado dejado por los bolcheviques.
En Cuba, durante una primera década, el Estado nacido de la Revolución se condujo sin preocuparse mucho de darse definiciones institucionales para el largo plazo. Recordemos que el I Congreso del PCC no se celebró hasta 1975, que las instituciones del Estado y la Constitución socialista datan de 1976, y de aquel momento la precisión expresa de que el Partido dirige al Estado: “El Partido Comunista de Cuba, dirigente superior de la sociedad y el Estado”[5]. Es una aserción que acepté entonces y sigo aceptándola hoy, pero que creo se resiente de la falta de precisión en cuanto al modo de dirigir. Coloca tácitamente al Partido fuera del Estado, ya que no lo dirige como parte del mismo, con lo cual su incidencia en las decisiones políticas no se regulan constitucionalmente.
Como expresa Valdés Paz, el enunciado constitucional sugiere una equidistancia del Partido respecto de la sociedad y el Estado cuya función es representar a la sociedad frente al Estado y legitimar al Estado ante la sociedad[6].
Después de 1990, con vistas a explorar perfeccionamientos, hemos subrayado a menudo la crítica a la influencia que los esquemas soviéticos tuvieron en nuestras instituciones. No fue la nuestra, sin embargo, una adopción sincrética puesto que el primer quinquenio de los setenta fue de experimentos y elaboraciones que permitieran darle tonos propios al proyecto cubano. El IV Congreso del Partido en 1991 y La Reforma Constitucional de 1992 abonaron, después del derrumbe soviético, un camino de cambios, aunque reconocidos desde entonces como insuficientes, con una promesa de nuevos aportes jurídicos y de otras reformas que siguen pendientes.
Considero posible afirmar que las cuatro décadas de socialismo cubano que siguen al 1975 han consagrado un poder de determinación, al nivel de Buró Político del Comité Central del PCC (de su membresía más que de la colegiatura), sobre las grandes definiciones y decisiones que emanan los órganos superiores del Estado. Se percibe con claridad que en la escala de las provincias la gobernación del Partido resulta aun más explícita: que el Partido dirija bien o mal se traduce incluso como decisivo en los resultados económicos y sociales. Y parecería que en los comités municipales la función partidaria cobra otra forma: principalmente el despliegue de la cadena de transmisión mecánica de orientaciones a la base de la organización. Más que una réplica del ejercicio decisional de la provincia, que deja un radio de decisión muy restringido al alcance de la instancia municipal.
La incongruencia más delicada a que da lugar la poca precisión del modo en que el Partido dirige –no solo al Estado, sino también a su propia base– es, a mi juicio, la que se produce precisamente entre una función de transmisión de orientaciones y la recepción del criterio de la militancia que lo sostiene, que es, sin embargo, la que está en condiciones de expresar de manera directa el pulso de la sociedad, sus urgencias, sus iniciativas, y todo lo demás.
No me siento portador de descubrimiento alguno con lo que aquí afirmo. De hecho, parto de documentos que lo demuestran. Se inició con el Llamamiento al IV Congreso del PCC lanzado en 1990[7], y por el camino abierto entonces –a pesar de marcados altibajos– hasta el debate sobre la Conceptualización del Modelo y los Lineamientos. Documentos que responden a esa impronta de democracia, partidaria y general, que reclama el paradigma socialista.
Me he extendido demasiado en el punto pero se me ocurre que la separación de mandos que producirá esta elección propiciará una revisión más profunda de los mecanismos y hasta del contorno institucional de nuestro partido. No solo para los órganos del Estado.
En mi opinión los efectos del cambio que tiene lugar ahora se percibirán progresivamente a medida que se acople la integración de la nueva Asamblea Nacional, y se deben inscribir en las perspectivas abiertas, que en no pocos aspectos han sido paralizadas coyunturalmente. Su primer desafío ahora es posible referirlo como de continuidad –lo he leído así en algunas opiniones de dirigentes– pero solo si hablamos de continuidad en líneas de transformación estructural que ya han sido trazadas. Ello será posible solamente si se logra imponer por vías democráticas, frente a una trabazón burocrática extendida y reforzada desde los mismos organismos centrales. Lamentablemente no siempre se quiere reconocer así, y no se ponderan los peligros que esconden el burocratismo y el inmovilismo.
En la misma disposición de reaccionar a sus preguntas con criterios que me he formado, pienso que nuestras legislaturas debieran contar con más dedicación profesional, con una proyección deliberativa más abierta a la opinión pública, previa a las elaboraciones por sus comisiones especializadas, y no solamente para lecturas y aprobaciones a posteriori. En el corto plazo — si pensamos en la próxima legislatura — resultaría muy provechoso que su participación hiciera más efectivo el sentido crítico y propositivo de los elegidos para representar la panoplia de intereses, necesidades, propuestas y puntos de vista de la población, tan diversificados y tan deficientemente reflejados.
La división de poderes del Estado, significativa en el pensamiento liberal, suele ser puesta en contra de los valores democráticos más elementales, como hoy vemos que sucede en las manipulaciones del poder judicial contra la arrasadora popularidad de Lula da Silva, única variante para poner a Brasil de nuevo en el carril interrumpido por el golpe de estado parlamentario de 2016. Allí conspiraron los dos poderes (legislativo y judicial) confabulados por la oligarquía –el único poder real– contra la democracia. Lo apunto para subrayar la importancia que tiene la unificación de poderes para una democracia socialista. No obstante, si vamos a los orígenes, también hallamos en la base del principio de división de poderes la preocupación –explícita en Montesquieu — de que el parlamentarismo por sí mismo no aseguraba impedir el autoritarismo, y que se volviera a implantar con impunidad la tiranía. A pesar de tal prevención la historia ha mostrado la facilidad con que el significado de esta división puede ser trocado. No obstante, recurro al tema para apreciar que la unificación no debiera impedir que las funciones ejecutivas y las deliberativas, objetivamente diferenciables, se confronten con vistas a la elaboración de la Ley, la toma de decisiones, y la corrección de políticas. De modo que pienso que debiera considerarse la conveniencia de que los miembros de la Administración, en lugar de ocupar asientos como diputados, participaran rindiendo cuentas: en otras palabras, que no sean elegibles por la incompatibilidad de funciones. Y reforzar formalmente así el peso específico de ese potencial democrático que el parlamento ostenta, como la máxima expresión de colegiatura del Estado. La veo como una de las consideraciones a tratar de incluir en una nueva reforma de la Constitución que podría ser pensada, analizada, debatida, por esta legislatura aun si no estuviera en sus manos su solución. Me gustaría descubrir que lo está.
No he mencionado lo más inmediato, que tiene que ver con el papel que corresponderá al próximo mandato en el aseguramiento –jurídico y político ya que la ANPP concentra los poderes del Estado– en hacer funcionar reformas que hagan sostenible la economía cubana. Empezando por lo planteado ya. El debate hoy sobre este tema es muy rico y se supone que nuestros elegidos tengan ese caudal y la capacidad de aprovecharlo de manera racional. Mi esperanza es que la Asamblea que estamos eligiendo ahora traiga una carpeta cargada de propuestas, de ingenio, de audacia y disposición para debatir en aras de asumir una responsabilidad histórica, sin vacilaciones, en cambiar lo que tiene que ser cambiado. Aunque no le toque a ella todo. Sin temor a cometer errores, y dispuesta siempre a corregirlos.
La pregunta no termina aquí, pero mi respuesta sí. Comprendo perfectamente que las organizaciones que constituyen la armazón fundamental de nuestra sociedad civil (las definidas como políticas y de masas) preservan su vigencia, pero también creo que sus funciones tendrán que atemperarse a los cambios. Sus congresos venideros deberán servir para propiciar una comprensión de su realidad presente y acordar, desde su interior, definiciones consecuentes. Sobre la “cultura política cubana del último sexenio” y de los “desafíos que comporta” no me siento en condiciones de ir más allá de lo que pueden inferir de mi respuesta, y que considero coherente con lo que he expuesto en distintos lugares en los últimos años[8].


LT: Aurelio, tras hacerse públicas las listas de candidatos a diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular para su IX legislatura, se hizo notable la ausencia de tres de los Cinco Héroes de la República de Cuba, esto ha generado un debate que no se ve reflejado en nuestros principales medios de prensa. ¿Qué análisis sobre el funcionamiento reciente de nuestro sistema político –y electoral– le motivan este hecho y sus implicaciones simbólicas?

AA: Pienso, como la mayoría de los cubanos, que la ejemplaridad de la resistencia y la solidez de principios manifestadas por los cinco miembros de la “red Avispa” apresados, procesados y condenados por el poder imperial, signa el significado revolucionario para nuestra identidad nacional (hablo precisamente de cultura política). Porque Fidel y todo el poder revolucionario no demoraron ni dudaron un instante en exaltarlo así, y el pueblo en identificarse con ello, a lo largo de los quince años que duró esa odisea de nuestro tiempo. Su regreso fue celebrado con el júbilo de los grandes momentos. Si al final no quedara otro saldo de aquel entendimiento histórico del 17 de diciembre de 2014 entre los dos Jefes de Estado, el retorno de “Los Cinco”, que además es lo único que Donald Trump no podrá revertir, hizo inolvidable el acontecimiento.
En consecuencia, no puede extrañarle a nadie que la inmensa mayoría de los cubanos esperáramos ver los nombres de los cinco en esta candidatura para la Asamblea Nacional, ni que las familias de los que no fueron escogidos expresen su lógica sorpresa, ni que fluyan muchísimas críticas justas por esta ausencia. Estimo que si la candidatura a diputados se confeccionara a partir de un criterio del dispositivo electoral que reflejara mejor los consensos del sentir popular, lo normal es que se les hiciera partícipe de esa muestra de confianza en una legislatura llamada –como esta — a ostentar una alta dosis de la mezcla de compromiso y audacia que imponen los grandes desafíos.
No es que haya sido una cuestión de falta de justicia, o de reconocimiento personal. A todos ellos les han sido asignadas ahora importantes responsabilidades en la vida civil. Las revoluciones no son como Saturno, que devoraba a sus hijos, como maldecía Lord Acton –o no siempre lo son; deben evitarlo–. Pero pienso que más importante incluso que designarles en cargos relevantes, hubiera sido que Labañino, Tony y René también tuvieran, dentro de esta nueva legislatura, las posibilidades que van a tener Gerardo y Fernando de incidir en los cambios necesarios con su probada coherencia y sus iniciativas.
De todos modos es una decisión que no habría forma de corregir. Las asambleas votadas el 11 de marzo de 2018 están predeterminadas ya en su composición y cualquier modificación que mejore nuestra democracia en los próximos años debe salir de ella. Pero esa arbitraria norma de conformación de candidaturas provinciales y nacionales por una comisión, en apariencia investida con el poder para definir quienes serán los integrantes de la máxima legislatura –el cual, aunque sea solo ese, es demasiado poder si no se acompaña de la opinión del pueblo– se cuenta, a mi juicio, entre los más inminentes puntos a revisar. No pongo en duda la competencia, ni las virtudes y los méritos de los escogidos, sino la naturaleza misma del instrumento por el cual se rige la comisión, que se me hace evidente que debe ser revisado.
Nuestro sistema desterró la posibilidad de hacer de la política una vía de enriquecimiento, y de las elecciones una subasta. Algo imposible en el sistema político que responde al capital. Introdujo un dispositivo de escogencia basada en la “línea de masas” que debe afianzarse en el futuro, y con él la “rendición de cuentas” y la “revocabilidad” de los elegidos. La votación es voluntaria: un derecho como acto político, un deber como valor moral. Nadie es castigado, de ninguna manera, por no asistir a votar. El pueblo, que de ninguna manera es ajeno a la percepción de los defectos que aun muestra nuestro sistema, también es consciente de las virtudes de nuestra democracia, de que es necesario sostenerla y desarrollarla. Y acude masivamente, y vota, no por docilidad, sino porque sabe que es el testimonio de nuestra soberanía como nación, una conquista de la Revolución, y que salir de sus defectos es un asunto que solo a los cubanos concierne.


LT: Casi al final del artículo: “Días históricos, épocas históricas”, escrito por Fernando Martínez Heredia con motivo de la reapertura de la embajada norteamericana en La Habana el 14 de agosto de 2015 se lee: “Eventos internacionales como los del viernes 14 son muy ruidosos y sumamente publicitados, pero lo decisivo para la política internacional de todo Estado son siempre los datos fundamentales de su situación y su política internas. La cuestión realmente principal es si el contenido de la época cubana que se está desplegando en los últimos años será o no posrevolucionario”. ¿Cuáles serían los rasgos de un orden posrevolucionario en Cuba? ¿En qué se fundamentaría?

AA: Recuerdo muy bien ese artículo de Fernando Martínez, sumamente oportuno para rebelarse contra una ilusión de consignar como acontecimiento la reapertura de la embajada de los Estados Unidos en Cuba, como si eso marcara la expresión efectiva de un cambio de política. En todo caso me parecen más destacadas las declaraciones del 17 de diciembre del 2014, o la abstención estadounidense en la votación contra el bloqueo a Cuba en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en octubre de 2016, y sobre todo el retorno de “Los Cinco”, como ya dije. Un campanazo de nuestro amigo Fernando contra los cantos de sirena, al cual el giro de Trump ha dado la razón sin demora. En cuanto al término “posrevolucionario”, creo que lo primero sería que definamos en las concreciones de la práctica su connotación. ¿Es “pos” porque la dejamos atrás, y la damos por liquidada, o usamos el prefijo como signo del equilibrio y el progreso que se supone siga al gran cambio? No me gusta verme entrampado por las palabras. Me cuento, eso sí, entre los convencidos de que no hay opción válida que no sea la de encontrar, paso a paso, error tras error, batalla tras batalla, el camino socialista viable en la realidad cubana, tan compleja a pesar de ocupar un espacio tan pequeño en el mundo.
Continuará…

Notas:

[1] Aurelio Alonso Tejada (1939- ). Destacado sociólogo y filósofo cubano. Fundador del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana (1963–1971) y de la revista Pensamiento Crítico (1967–1971). Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, 2013. Desde 2006 se desempeña como Subdirector de la revista Casa de las Américas.
[2] Ver Johnstone, Monty (1967): “Marx, Engels y el concepto del Partido”, en revista Pensamiento crítico, №21, Noviembre de 1968, pp.143–176.
[3] Ver Los bolcheviques y la Revolución de Octubre. Actas del Comité Central del Partido Socialdemócrata Ruso (bolchevique), Instituto del Libro, La Habana, 1967, para una constatación del espíritu democrático que prevalecía en la dirección del partido de Lenin.
[4] Ver Mencía, Mario (2013): El Moncada. La respuesta necesaria (edición ampliada y modificada), Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, pp. 503–515.
[5] Ver Constitución de la República de Cuba, artículo 5.
[6] Ver Valdés Paz, Juan (2018): La evolución del poder en la Revolución Cubana, Fundación Rosa Luxemburgo, Ciudad de México.
[8] Ver Alonso, Aurelio (2012): “Cuba 2012: los desafíos”, conferencia inaugural del III Encuentro de crítica e investigación joven “Pensamos Cuba”, convocado por la Asociación Hermanos Saíz, 9 de marzo de 2012, La Habana, publicada como folleto y circulado por la AHS.
Fuente: https://medium.com/la-tiza/la-democracia-plena-solo-podrá-ser-socialista-d678bb62bc71